23 de septiembre de 2012

Primera Invación Inglesa

Primera invasión inglesa al Río de la Plata

El 14 de abril de 1806 la expedición partió de El Cabo, embarcada en cinco navíos de guerra y otros tantos transportes.  El efectivo, cuyo núcleo era el Regimiento 71 de Cazadores escoceses se completó con infantes y artilleros agregados en la isla de Santa Elena. Sumada la marinería de desembarco, el total de combatientes alcanzaba a 1644 hombres con algunas piezas de artillería. Era realmente necesaria una gran audacia para intentar el ataque con tales fuerzas. Sin embargo diversos factores hacían factible la empresa: España carecía en el Plata de tropas veteranas en número suficiente y los invasores esperaban además contar con la hostilidad de los criollos para con las autoridades hispanas.


Captura de Buenos Aires


La elección del objetivo fue motivo de debate. Beresford se inclinaba por ocupar Montevideo.

Sin embargo noticias recogidas durante la navegación, por boca de un irlandés que viajaba en una nave española capturada, les hicieron conocer la existencia de caudales reales en Buenos Aires. Las defensas de esta ciudad pese a contar con cerca de 50.O00 habitantes eran casi nulas, comparadas con las fortificaciones de Montevideo. 

Popham notó también que Buenos Aires capital del Virreinato, era la pieza decisiva para el dominio de las rutas comerciales del interior. 

Buenos Aires y el marqués de Sobremonte. En diversas oportunidades naves inglesas habían rondado el estuario, en operaciones de sondeo o, simplemente, de contrabando. 

En noviembre de 1805 al tenerse conocimiento de la llegada a Río de Janeiro de la expedición de Baird, el virrey marqués de Sobremonte realizó algunos aprestos sobre la base de que el lugar atacado seria Montevideo. Cuando a principios de junio de 1806, el vigía de Maldonado avistó la presencia de naves enemigas, las pocas fuerzas regulares que había en la capital fueron despachadas a la Banda Oriental. 

Virrey español Maquez de Sobremonte

Cuando, después de cruzar algunos tiros con el fuerte de Ensenada, comandado por Santiago de Liniers, los ingleses desembarcaron en Quilmes, sólo debieron enfrentar (26 de junio) a algunos centenares de milicianos pésimamente instruidos, dirigidos por Pedro de Arce, subinspector general de armas de la plaza de Buenos Aires. Dispersadas estas fuerzas por algunas descargas, Beresford dirigió su columna sobre la capital.
Sobremonte,  estimando inútil toda defensa y. al parecer, según órdenes superiores para un caso similar, tras disponer la marcha de los caudales al interior, se retiró en dirección a Córdoba. 
El 27, después de cruzar las calles de la anonadada ciudad, los invasores ocuparon el Fuerte, firmándose la capitulación el 2 de julio. Para los porteños la actitud de su virrey implicaba una cobarde fuga. 
Beresford rápidamente presionó a los vecinos con la amenaza de confiscar las embarcaciones de cabotaje surtas en la rada, y logró así que éstos 
mediaran ante el virrey para que se entregaran los caudales que aquél 
había intentado salvar. Capturados en Luján dichos tesoros fueron embarcados hacia Londres.

Beresford al frente de Buenos Aires (Junio-Agosto 1806).

Consciente de su escaso poder y decidido a atraerse la benevolencia de los habitantes, el jefe inglés luego de tomar a las autoridades civiles y militares de la plaza el juramento de fidelidad a Su Majestad Británica. dictó una serie de medidas para ganarse los ánimos. 
Existen indicios que diversos sectores luego protagonistas de ¡a Revolución (Castelli, Pueyrredón. etc.), tuvieron tratativas con los británicos en torno a la posible emancipación de esta colonia. Beresford desechó en un principio esos intentos, pues carecía de instrucciones superiores al respecto.

La reconquista

La política de Beresford no logró los resultados esperados. Pronto Buenos Aires fue un semillero de conspiraciones y varios planes simultáneos se tejieron para dar fin al dominio inglés. Los actos hostiles hacia los invasores fueron frecuentes, aunque tampoco faltaron contactos amistosos entre los jefes británicos y las clases altas de la burguesía colonial. 
Se tramaron golpes de mano sumamente audaces y uno de esos planes contempló la posibilidad de cavar una mina hasta los subsuelos de los cuarteles del 71 y volar a sus ocupantes. 
Juan Martin de Pueyrredón, a su vez, reunió varios centenares de paisanos en Perdriel, los cuales el 1ro. de agosto de 1806 fueron dispersos por un ataque conducido por Beresford.

Santiago de Liniers marino francés al servicio de España, y a quien Sobremonte, que al parecer desconfiaba del oficial galo, había designado en un puesto de importancia menor (comandante del fuerte de Ensenada), se presentó al gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro y éste a su pedido le confió la reconquista de la capital. 
Con un millar de hombres, entre los que se contaban corsarios franceses comandados por H. Mordeille (entre cuyos subalternos se encontraba Hipólito Bouchard), Liniers cruzó el río el 3 de agosto. El 9, empantanados los caminos por el lluvioso invierno porteño, la columna llegó a San Isidro. Pueyrredón, sus voluntarios y muchos otros se sumaron a esta fuerza que arribó el 10 a Miserere con sus efectivos duplicados por el concurso popular. 
El 11 ocuparon el Retiro, donde Beresford había colocado una pequeña fuerza. El mal tiempo favoreció a Liniers: su ejército contó con la ayuda de la población para arrastrar la artilleria por los caminos cubiertos de barro, mientras Beresford no pudo movilizar su corta tropa y salir a campaña en busca de una decisión en campo abierto. La lucha en las estrechas calles, con las azoteas cubiertas de francotiradores hostiles, le resultó fatal 
Después de fracasar un intento de negociación debido al ardor de las milicias. Liniers llevó un asalto a fondo sobre la plaza y el Fuerte convertidos en baluartes de la resistencia enemiga. 
Beresford debió rendirse tras corta pero dura lucha.  Parece ser que Liniers prometió la repatriación del ejército vencido Ante la presión de los jefes españoles debió desdecirse y los ingleses fueron internados en el territorio del Virreinato. Beresford, Pack y otros oficiales quedaron en Luján.

Juan Martín de Pueyrredón, a su vez, 
reunió varios centenares de paisanos 
en Perdriel, los cuales el 1ro. de agosto
 de 1806 fueron dispersos por un ataque

conducido por Beresford.

Santiago de Liniers marino francés al servicio de España, y a quien Sobremonte, que al parecer desconfiaba , había designado en un puesto de importancia menor como comandante del fuerte de Ensenada

El desplazamiento de Sobremonte

El. 14 de agosto de 1806 un Cabildo Abierto, al que concurrieron 96 personas, quitó al virrey el mando militar de la ciudad de Buenos Aires, entre el regocio del vecindario y aun de algunas de las autoridades españolas, entre las que Sobremonte carecía de prestigio. Grupos populares, en los que descollaba Pueyrredón, tuvieron parte importante en aquellas decisiones. Sobremonte, que se acercaba con tropas desde Córdoba, fue convencido por una comisión enviada al efecto y delegó en Liniers el mando de las fuerzas de la capital, conservando el gobierno en el resto del Virreinato.

La Audiencia asumió la dirección política de Buenos Aires y Sobremonte pasó a Montevideo.

Teóricamente, Liníers estaba bajo su mando, pero en el sistema colonial se había abierto una sería fisura: el representante del rey en América ya no era el 
magistrado indiscutido de los siglos pasados.

La creación de milicias

La permanencia de las naves británicas en el Plata hacía temer un nuevo ataque. Bajo la dirección de Liniers los habitantes de Buenos Aires comenzaron a agruparse en cuerpos armados de acuerdo con lo dispuesto en el Cabildo Abierto del 14 de agosto, cuyo fin era evitar otro desastre similar al de junio. Se adoptó el criterio de dividir las fuerzas según el ungen de sus integrantes. La población porteña se vio así encuadrada en unidades militares cuyos jefes eran elegidos por los hombres a quienes mandarían en la lucha. i» esta manera serían, al tiempo que comandantes, voceros de la inquietud general. No era, desde luego, el sistema de un ejército profesional, sino de milicias populares. Se dejaba el fusil y los ejercicios para volver a las tareas diarias. 
Así surgieron la Legión Patricia (más de 1.300 efectivo) , comandada por Cornelio Saavedra e integrada  por nativos de Buenos Aires; el cuerpo de indio., Pardos y Morenos; el de Arríbeños; los Húsares, dirigidos por Pueyrredón, cuerpo formado también por porteños; Cazadores; Gallegos; Andaluces; Catalanes; etc. los que sumados a las escasas fuerzas veteranas reunían más de 8000 hombres. 
Se había armado al pueblo y esto era lo que Sobremonte temía dado que en 1810 se verían las consecuencias. Fue difícil reunir armas y equipo. Para lograrlo se trajeron recursos de otros puntos de las colonias (pólvora de Chile, por ejemplo), se aprovechó el material tomado a los ingleses y se recibieron municionas desde el Perú. Para confeccionar los uniformes, cuyos colores principales eran el azul y el blanco. se utilizó el paño capturado en dos naves mercantes inglesas, y aun se adquirieron productos de contrabando a mercaderes británicos. 
Al iniciarse el año 1807 Buenos Aires contaba con un ejército entusiasta y numeroso aunque muy deficiente en materia de instrucción. La misma oficialidad, surgida de la burguesía porteña, desconocía aspectos elementales de la actividad militar.

Actitudes del gobierno Inglés

El gabinete whig que había reemplazado al gobierno de Pitt, ante el éxito inicial de Beresford y la repercusión del mismo entre los intereses comerciales de la burguesía británica, decidió propagar esa acción a otros puntos del continente. Pero ya no era la política de Pitt. proclive a fomentar la independencia americana (según lo tratara con Miranda): el móvil era conquistar esas regiones para Inglaterra. Con esa intención se despacharon naves hacia Chile. La noticia de la Reconquista obligó a concentrar todas las fuerzas para una nueva empresa en el Plata.

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