Había una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer,
la más altanera y orgullosa que jamás se haya visto. Tenía dos hijas por el estilo y
que se le parecían en todo.
El marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo
había heredado de su madre que era la mejor persona del mundo.
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