El siglo XV era realmente propicio para iniciar expediciones ultramarinas. El arte de la navegación había realizado innumerables y significativos progresos. La cartografía, la divulgación de la obra “Cosmographiae”, traducida al latín donde se recopilaba los adelantos que habían logrado griegos y romanos, el contacto con la civilización árabe durante las Cruzadas, la utilización de la brújula, que ya había sido inventada por los chinos, 2500 años antes de Cristo, el astrolabio, que permitía determinar latitudes y longitudes por la posición de los astros, las carabelas, naves más seguras y ligeras, y otros adelantos avanzados para la época, hacían posible el sueño de lanzarse hacia los mares para lograr hegemonía.
Cristóbal Colón, un navegante probablemente de origen genovés, nacido aproximadamente en 1451, estudioso de la geografía, la astronomía y la navegación, presentó ante el rey de Portugal, Juan II, su propuesta de llegar a las Indias, navegando en sentido opuesto al que tradicionalmente se efectuaba, es decir, hacia occidente, basado en la teoría de la esfericidad de la tierra.
En las Indias se hallaban las preciadas especias, muy útiles para la conservación de alimentos, en una época donde no se conocía la refrigeración. Los turcos, con la toma de Constantinopla en 1453, habían bloqueado la ruta hacia allí, y por eso se necesitaban nuevas alternativas hacia el objetivo.
Algunos autores sostienen que el verdadero motivo de España era la conquista espiritual de las islas que supuestamente se hallaban en el archipiélago de las Canarias, que les correspondían en virtud de los tratados firmados con Portugal en el año 1480.
Evaluando el costo y los riesgos de la empresa, el monarca portugués negó su apoyo a Colón, ya que Portugal contaba con una ruta segura para llegar a las Indias, bordeando África.
Más suerte tuvo Colón en su gestión ante los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, aunque en una primera oportunidad, en 1486, su proyecto había sido rechazado por una Junta, designada por los reyes, dedicada al estudio del plan.
En esta nueva oportunidad, con el apoyo de los padres franciscanos, de Martín Alonso Pinzón, de Luis Santángel, escribano del rey, y Gabriel Sánchez tesorero de la Corte, el proyecto obtuvo aprobación, y los reyes firmaron con el navegante, el 17 de abril de 1492, las Capitulaciones de Santa Fe. Por ellas Colón recibió los títulos de Don, almirante y Capitán General de las tierras que descubriese. Con respecto a los beneficios eran proporcionales a los gastos de la empresa, o sea, la octava parte, recibiendo la décima parte de las ganancias comerciales. Esas tierras le pertenecerían a España por el tratado de Alcazovas-Toledo de 1479-1480. Este tratado traería algunos conflictos con Portugal por la legítima propiedad de los territorios descubiertos.
El 3 de agosto de 1492, partió la expedición con alrededor de ochenta y nueve hombres, en 2 carabelas, La Pinta y la Niña, y una nao llamada Santa María, donde iba Colón, en una travesía que duró dos largos y penosos meses. Luego de bordear la costa africana hasta las Islas Canarias, tomaron rumbo hacia el oeste.
El 12 de octubre de 1492, a las 2 de la mañana, desde la Pinta, Rodrigo de Triana avistó tierra firme. Colón llegó a una isla en la zona de las Bahamas, a la que denominó San Salvador, lugar que los nativos llamaban Guanahaní, tierras que fueron tomadas en nombre de los reyes de Castilla. Los pobladores fueron llamados indios por los expedicionarios, ya que creían haber llegado a las Indias.
Fue recién en 1503 cuando comprobaron el error, y que en realidad el hallazgo era aún más trascendente. Habían descubierto un continente nuevo. El navegante Américo Vespucio, fue quien enmendó la equivocación, escribiendo en su obra Mundos Novis, que las tierras descubiertas eran un nuevo mundo, no una isla, sino un continente, que contaba con largas playas, que no la circundaban, como sería el caso, si se tratarse de una isla.
Colón, que había leído “II Millione” de Marco Polo, pensó que hallaría gente ricamente vestida, oro, especias y lujosos palacios, pero se encontró con seres semi o totalmente desnudos, en su mayoría jóvenes, de gruesos cabellos, desprovistos de armas, ya que ni las conocían. Cuando los conquistadores les mostraban las espadas, se cortaban al tomarlas por el filo. Eran dóciles, lo que les permitió ponerlos a su servicio y repartirse las tierras de estos individuos, a los que trataron como sus siervos.
El oro que hallaron los españoles en las Antillas era escaso, y llegaba arrastrado por la corriente de los ríos, desde yacimientos superficiales. También encontraron perlas y algo de azúcar. Los aborígenes fueron de a poco extinguiéndose víctimas de las enfermedades que les transmitieron los europeos, y el pesado trabajo a los que los sometieron los conquistadores, que hizo disminuir también la tasa de natalidad ya que perdieron el deseo de procrear.
Luego de dejar San Salvador, pasaron a la actual isla de Cuba, que llamaron Juana, en homenaje a la hija de los reyes españoles, y luego a Haití que recibió la denominación de La Española. En este lugar se produjo el naufragio de la Santa María, con cuyos restos se fundó el fuerte Navidad, el 25 de diciembre de 1492.
El viaje de regreso a España se inició el 16 de enero de 1493 y llegaron a destino, el 15 de marzo. Con ellos arribaron seis nativos, que fueron bautizados en Barcelona.
A su vuelta, los reyes de España comprobaron que las tierras descubiertas, estaban fuera de los límites establecidos por el tratado de 1480. El Papa Alejandro VI, dictó entonces, la bula llamada Primera Inter caetera, del 3 de mayo de 1493, por la cual le concedió a Castilla las tierras descubiertas o que descubriese en el futuro, siempre que no estuvieran ya en poder de otro príncipe cristiano. En la Segunda Inter caetera del 4 de mayo de 1493, se le concedieron a España todas las posesiones situadas al oeste de una línea imaginaria a 100 leguas al oeste de las islas Azores y Cabo Verde, que se extendía entre el Polo Norte y el Polo Sur. En 1493, la bula Dudum Siquidem les permitió apoderarse de cualquier lugar de la superficie terrestre que no estuviera en poder de otro rey cristiano con la condición de evangelizar a los nativos.
Portugal, se negó a aceptar esas disposiciones, y el 7 de junio de 1494 se firmó entre Castilla y Portugal el Tratado de Tordesillas. Por ese tratado todas las tierras ubicadas al oeste de una línea imaginaria trazada de polo a polo a 370 leguas de las islas de Cabo Verde serían de Castilla, y los territorios al este de la línea, de Portugal.
El segundo viaje se inició el 25 de septiembre de 1493, partiendo de Cádiz, con 17 naves y mil quinientos tripulantes, encontrándose con pequeñas islas, como Guadalupe, Mari Galante, Dominica Montserrat, de donde huyeron por comprobar que los habitantes practicaban el canibalismo, dirigiéndose hacia la Española, en cuyo camino hallaron Borinquen (Puerto Rico). En la Española debieron fundar nuevamente un fuerte que esta vez se llamó Isabela, pues el fuerte Navidad había sido destruido y sus habitantes, treinta y nueve hombres que habían quedado desde la primera expedición, habían perecido asesinados.
Los padecimientos en este viaje fueron innumerables. La falta de víveres y las enfermedades obligaron a retornar a doce embarcaciones hacia España, cuyos tripulaciones realizaron denuncias al arribar, en contra de Colón por su mala administración. A pesar de ello se siguieron realizando otros viajes de exploración pero los conflictos internos continuaron y se acrecentaron.
En 1497 se produjo el retorno a España, donde Cristóbal Colón debió brindar explicaciones.
La tercera expedición partió, desde Sanlúcar de Barrameda, el 30 de mayo de 1498, con seis naves, llegando a la isla Trinidad, el 31 de julio. Luego de pasar por las costas de Venezuela, al llegar a la Isabela, tuvo que afrontar una sublevación al mando de Roldán, quien no aceptaba las duras condiciones impuestas por los dos hermanos de Colón, Bartolomé y Diego, sobre todo el primero, que habían sido dejados a cargo del lugar. Colón reprimió duramente, incluso con la horca, a los rebeldes. Por ese motivo, Francisco de Bobadilla fue encomendado a viajar a la isla para resolver la situación. Colón debió regresar a España preso y encadenado, y una vez en allí le fue retirado el título de virrey.
El último viaje fue efectuado en el año 1502, con cuatro carabelas, donde recorrió Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, llegando a Jamaica con una sola y averiada carabela, ya que las tempestades destruyeron el resto. Al regresar, en 1504, ya muy enfermo, falleció en Valladolid el 20 de mayo de 1506.
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